Caballos.
No es por lo que culturalmente simbolizan en nuestro movimiento costeño, agresivo y poco delicado. Los caballos, en los que a mi concierne simbolizan la sensualidad de la vida sencilla, la libertad de movimiento y la profundidad de los saberes, incluso de los más superficiales que podemos encontrar.
¿Irónico?, no. En sus ojos están los sueños más lejanos e inentendibles que he podido ver, su amor por lo suyo, lo que es, lo que la llama a ser.
Es completamente entendible, sabiendo como soy, que desde un principio me cayera como las rosas en las manos, incómodo y doloroso, y que en medio de la incomprensión y desacuerdo surja la más tierna expresión de aceptación y cariño.
Escribir siempre es confuso y penoso para mí, pero escribir para ella, mi colega, es más complejo, puesto que requiere que me enfrente a su incompatibilidad con mi dirección de vida. Sin embargo, siempre la veré ser como un caballo, aunque a ella no le guste, lleno de vida y belleza de naturaleza, de sí misma, de solo ella.
La Querente, no Carente.
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